Cierro la puerta.
Al rato, vuelvo a pasar por allí.
Pueden haber pasado días, horas
o incluso sólo minutos,
pero paso por allí,
y la encuentro abierta.
Pienso,
debe de estar rota,
tal vez no encaje bien la cerradura,
o tal vez haya algo con lo que tropiece,
pero en realidad no la he cerrado bien,
a posta.
A veces, cojo,
y de un empujón, la vuelvo a cerrar,
y otras
agarro con fuerza el pomo,
estremeciéndome en el intento,
y la voy abriendo poco a poco,
como si no supiera lo que me espera detrás,
como si tuviera miedo de ver
lo que detrás de ella se esconde.
Pero ahí estás tú,
justo detrás de la puerta,
con una sonrisa,
sonrisa que no es para mí.
Entonces me doy cuenta
tú sigues ahí,
pero no eres tú,
no me reconoces,
no me miras,
no me abrazas,
no me besas,
no eres tú ni yo soy yo,
somos las mismas personas
pero en distinto lugar,
en distinto tiempo.
Noto un cosquilleo,
recorre mi cuerpo,
desemboca en mis ojos,
que se inundan,
y entonces me doy cuenta,
no debo estar allí.
Salgo corriendo,
cierro la puerta,
y me pregunto:
¿por qué?
¿por qué,
si todavía pienso en ti?
Esto lo escribí hace ya unos 5 años y me apetecía recuperarlo y compartirlo en el blog ya que lo tenía colgado en mi espacio.
By Albert
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